La magia de un nombre

Romea: un restaurante íntimo en Madrid donde cada celebración se vive como un viaje gastronómico, exclusivo y personal.



De dónde surge el nombre Romea

Un restaurante no es solo un lugar donde comer, sino una experiencia que empieza incluso antes de sentarse a la mesa. El nombre es la primera puerta de entrada, y en el caso de Romea, encierra un universo de significados que van mucho más allá de la gastronomía.

La palabra “Romea” proviene de la tradición medieval: así se llamaba a quienes emprendían una peregrinación a Roma, un viaje espiritual y cultural hacia la capital del mundo cristiano. Aquellas peregrinaciones no eran únicamente religiosas; eran también un punto de encuentro entre culturas, un intercambio de saberes, de historias y de sabores. La palabra, cargada de simbolismo, evoca tanto el camino como la meta: no importa solo llegar a Roma, sino todo lo que se vive en el trayecto.

En nuestro restaurante hemos querido trasladar esa idea de viaje y descubrimiento a la mesa. Cada plato es un paso en esa travesía, desde los antipasti que abren la ruta hasta los postres que cierran el recorrido con dulzura. La pasta fresca, elaborada cada día, es el corazón del camino; los vinos seleccionados, la compañía que lo hace más rico.

Del mismo modo que los peregrinos compartían mesa y camino, en Romea creemos que la gastronomía cobra sentido cuando se comparte. Nuestro espacio, pequeño y exclusivo, permite que un grupo de amigos o familia convierta la experiencia en algo propio. Con apenas veinte personas, todo el restaurante puede reservarse en privado, transformando Romea en el escenario ideal para cumpleaños, bautizos, mini bodas o encuentros corporativos, siempre con un alto grado de personalización.

Aunque nacemos en Madrid, nuestra raíz es italiana. Romea es un puente entre culturas, un homenaje al espíritu de los viajeros que, a lo largo de los siglos, han llevado consigo recetas, vinos y tradiciones. Aquí, en cada plato, laten tanto la herencia italiana como la energía madrileña.

Por eso, Romea no es solo un nombre; es una invitación a vivir la mesa como un viaje, a descubrir lo íntimo en lo colectivo, lo cotidiano en lo extraordinario. Cada visita es, en cierto modo, una peregrinación gastronómica: llegas con expectativas, te dejas sorprender en el camino y regresas con un recuerdo que permanece.


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